martes, 21 de agosto de 2012

Incapaz de pisar una hormiga


Parece ser que el epítome de la bondad humana se concentra en la frase "tan buena persona que es incapaz de pisar a una hormiga". Ahí queda eso, cómo si estuviésemos hechas para ser pisadas y alguien, con loor de santidad, decidiera hacer oposiciones al paraíso iniciando su catecumenado con votos formicofílicos. No piso una hormiga ergo voy al cielo. No te jode. Esa es la bondad humana. Facilona ¿no?. Nuestras compañeras dípteras también entran en el saco, por eso cada vez están más furiosas -ellas es que son cojoneras por definición-. Ponen a prueba la magnanimidad de los seres humanos con un ímpetu que ha disparado la venta de fly (léase fli). Curioso que, en esta bendita tierra, el nombre del matamoscas sea el mismo que el de la mosca (británica, obviously), el tema da para otro post, pero vayamos al grano que el calor me está reblandeciendo el cerebro.
Como en nuestra "hormicidad" se recoge, al parecer, la máxima insignificancia, me permito, aunque sea humildemente, hablar de esa loable virtud humana denominada bondad.
No sé si alguien de ustedes lo habrán experimentado pero, cuando ves un inmenso pie calzado abatirse sobre ti, toda la vida pasa por delante de tus ojos: aquellos somnolientos días de larva, las primeras incursiones fuera del hormiguero, los tiernos choques de antenas, el laborioso arrastrar de los cadáveres, la orgía el día en el que alguien perdió su donut...Toda tu vida desfila en sucesión de imágenes, te encoges haciéndote aún más pequeña y albergas la esperanza de que el calzado no sea suela de cuero martinelli sino cualquiera del decathlon para poder alojarte en alguna de sus circunvalaciones.
En estos casos no entro a debatir virtuosidad o pecado, bondad o maldad. El gigantesco ser humano, en su ajenidad por el mundo circundante, ni tan siquiera se percata del insecto con el que lo comparte. Podría suceder, sin embargo, que la persona en cuestión, estuviese atenta a la vida que se desarrolla a su alrededor y respetara la de la hormiguita que se cruza en su camino. Aquí se abre el debate: para nosotras, cuestión de justicia y equidad, para las personas la bondad absoluta. Me pone las vellosidades como púas.
Y ya entrando en materia, ¿qué nombre tienen para quien se coloca delante del hormiguero, lo pisotea, lo destruye y lo aniquila? ¿qué nombre tienen para quiénes con premeditación, alevosía y mala leche deciden acabar con el hormiguero?
Solo me queda avisar a estos desaprensivos (hormiga que avisa no es traidora) que abran los oídos y no se duerman porque muy pronto escucharán cómo ruge la marabunta.

domingo, 13 de mayo de 2012

Las hormigas somos así

Las hormigas somos así. Asimétricas en nuestras relaciones. Asimiladas a lo que dicen que es normal. Asignadas a un rol de género, a un rol de clase, a un rol de etnia, ....Asiduas a comportamientos estereotipados. Asistenciales cuando queremos ser "justas" y asilvestradas cuando nos ponemos bravas.  Canorreando un poco, también entran ganas de decir que "las hormigas somos asín". Asintomáticas casi todo el tiempo- podemos soportar muchísima carga sin quejarnos- y  asincrónicas a menudo, desde lejos parece que todas vamos a una, pero al acercarte, te das cuenta de que cada una va a lo suyo. Así y asín, entre otras muchas cosas, somos las hormigas. 
A veces parece que no tenemos remedio, que nacemos, vivimos y morimos con ese triste repertorio de asís. Otras veces, una vez cada cien o doscientos años, cada hormiguita es un ser único y un ser solidario, capaz de cuidar del hormiguero, explorar nuevos territorios, abrir nuevos caminos, escuchar a las otras, incluir a las otras, aceptar a las otras, construir juntas,  inventar juntas nuevos hormigueros posibles y no dejar que los osos hormigueros sigan acabando con la vida y destruyendo el territorio. El 12M las calles y las plazas eran ríos que llevaban muchas voces, muchas emociones y toda la fuerza de miles y miles de hormigas que han empezado a cambiar el mundo. Los osos hormigueros estaban al acecho. La mala noticia es que somos su alimento. La buena noticia es que hay millones de hormigas por cada oso hormiguero y que ¡¡el hormiguero es nuestro!!. No voy a sacar moraleja. Así sea.

viernes, 2 de marzo de 2012

Mal de muchas...


Según relevantes estudios neurocientíficos, las hormigas y las neuronas, a pesar de las obvias diferencias físicas, tienen una complejidad similar en el sentido de que la inteligencia que emerge del grupo es mucho mayor que la de los componentes individuales. Para encontrar un hormiguero entre varios posibles, la decisión sobre el lugar óptimo se toma cuando un cierto número de hormigas está de acuerdo. Somos democráticas por naturaleza. Casi sin pensar.
Según mis noticias, al menos una parte de la humanidad ha tardado milenios en llegar a plantear algo parecido. Millones de personas siguen siendo esclavas, están sometidas a regímenes autocráticos, sobreviven sin considerar que de alguna manera puedan tener algún control sobre su propia vida, ... sin embargo, algunos de esos inmensos hormigueros rompeplanetas que pueblan el mundo han llegado a algo remotamente parecido a nuestra búsqueda intuitiva del bien común. Para que no existan posibilidades de olvido han escrito muchas leyes. Son muchas y un cerebro de hormiga no puede llegar a mucho más que recordar que algunas tienen que ver con los derechos humanos fundamentales: libertad, igualdad y fraternidad. Para expresarlos forjan constituciones y redactan leyes, para garantizarlos, dicen, establecen sistemas muy complicados en el que los seres humanos, en vez de decidir directamente, según su propia exploración de la realidad, qué hormiguero es el mejor para la mayoría, deciden en cambio qué grupito de hormigas es el que decide cuál es el hormiguero en el que va a vivir la mayoría. Y ¡hay que joderse! en los seres humanos no sólo la inteligencia colectiva es precaria, también la inteligencia individual deja mucho que desear. La mayoría deja en manos de la minoría la toma de decisiones y la minoría incompetente toma las decisiones más perjudiciales para la mayoría. No me extraña que se estén cargando el hormiguero humano y el planeta ya que estamos. Son un poco torpes, pobres. Muchas neuronas en una gran cabeza y poca inteligencia colectiva.
Años y años hablando de derechos y apenas unos días para perderlos. La generación joven de los 80 fumaba en clase, se liaba porros en los bares, bebía litronas en la calle y a plena luz, la generación joven de estos últimos años ha perdido lo anterior en aras de un supuesto bien común de mayor salud y bienestar. Hasta hace unos años podían plantearse presentarse a oposiciones, buscar un trabajo remunerado, promocionar en el empleo, solicitar permiso de residencia si venías de hormiguero ajeno, acceder a una vivienda o denunciar con posibilidades de indemnización un despido improcedente. Por lo que he llegado a vislumbrar además, en poco tiempo no podrán enfermar sin riesgo de perder el empleo además de la salud, no tendrán ni remotamente posibilidades de encontrar un trabajo estable, tendrán sumamente complicado encontrar, incluso, un medio digno de ganarse la vida.
Por el momento parece que aún pueden mantener y formalizar relaciones de pareja independientemente de la orientación sexual, hablar de igualdad, interrumpir un embarazo no deseado, manifestarse previa autorización y acogerse con dificultad al derecho de asilo político. Por el momento. Lo que antes fueron leyes, posibilidades y puertas que se abrían a la libertad y el bienestar de la mayoría hoy son pasado. La libertad se tambalea, la igualdad se desmorona antes de echar a andar y de la solidaridad mejor hablar en capítulo aparte, que lo merece. Lo único que parece tener en común el mundo humano con el formícido es que la aristocracia posee menos neuronas que el resto, ya que sólo se necesitan las reinas para poner huevos -claro que, en nuestro caso, los huevos son imprescindibles-.

martes, 14 de febrero de 2012

Las Bienaventuranzas de las que se aman


- Bienaventuradas las que enviaron a Cupido al oculista porque ellas verán más claro.
- Bienaventuradas las que no pusieron velas a San Antonio porque ellas no se quedarán esperando.
- Bienaventuradas las que no lo dan todo para conseguir el amor porque ellas pueden amarse más a sí mismas.
- Bienaventuradas las que no creen que amor todo lo justifica porque así respetan su propia vida.
- Bienaventuradas las que confían en sí mismas porque ellas elegirán libremente.
- Bienaventuradas las que expresan sus gustos porque a ellas les será más fácil disfrutar.
-Bienaventurada las que se cuidan porque ellas serán cuidadas.
- Bienaventuradas las que celebran los 364 días que no son San Valentín porque ellas gozan del amor real.
- Bienaventuradas las que se acompañan a sí mismas porque ellas nunca se engancharán a relaciones que no les convienen.


domingo, 12 de febrero de 2012

Revirada


Aún no estoy envirada, pero estoy revirada. Familiares, conocidas, amigos y amigas sufren o convalecen. Días de fiebres altas, malestar, dolores de huesos, tos, ... Hace un par de años esos síntomas -en boca de agoreros noticieros- eran antesala de muerte probable. Los poderes públicos instigaban al consumo masivo de vacunas. El miedo a morir engripado, por la instalación en tu cuerpo de un virus que parecía más troyano que porcino, se convirtió en un temor más del repertorio humano, en aquel momento, probablemente igualado al miedo a morir en accidente de tráfico o en atentado terrorista. En esos días, ya lejanos, afortunadamente nadie a mi alrededor llegó a tener más allá de un catarro, aunque, eso sí, cada día contaminaban nuestro espíritu con el dilema vacuna sí-vacuna no y nos colocaban en la cuerda floja que supone decidir "intuitivamente" o hacer caso de la autoridad competente. La autoridad competente para demostrar que por ella no quedaba, gastó muchísimos euros en vacunas, en publicidad, en mascarillas, en guantes de látex y en líquidos antisépticos. La gente también. Hoy la inseguridad laboral cuando no la precariedad y la pobreza, el estupor ante el anillo de poder judicial, los tijeretazos a políticas sanitarias, sociales y de igualdad,... nos hacen recordar con nostalgia que hubo un tiempo en el que nuestra principal preocupación era no pillar la gripe.
Yo me reviro. Hoy ni la gripe es de clase A. Hemos pasado de la A a la Z en apenas dos años. La gripe es gripe, sin letra y la crisis es crisis, sin música. Mientras tanto se acepta -humanamente- lo que va llegando. La reforma laboral, entre otras. Los noticieros agoreros nos cuelan la crisis y nos vacunamos masivamente con altas dosis de conformismo, aceptación, renuncia y reclusión. En la próxima asamblea quincemecista habrá que invitar a la monja Teresa Folcades, grabar un video, colgarlo en youtube y tener fe. A ver si como antaño, sus convincentes palabras tienen la capacidad de hacer que nos vayamos dando cuenta de que somos responsables de nuestras propias vidas y de que digan lo que digan, el sentido crítico, el sentido común y la sana desconfianza en quienes nos gobiernan pueden detener el miedo y transformar la realidad.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Aunque Julio Iglesias diga lo contrario, la vida no sigue igual

Aunque parezca mentira, viéndonos tan acorazadas, tan oscuras y tan disciplinadas, las hormiguitas también tenemos miedo. Tememos, como todo el mundo, las catástrofes naturales, las enfermedades y la muerte; hay algunas que temen las apariciones y los fenómenos que escapan de nuestras antenas, pero lo que peor llevamos son los miedos fundados en el abuso de poder. Llevamos miles de años reclamando nuestro legítimo derecho a vivir en un hormiguero seco, caliente y protegido y otro tanto intentando recoger granito a granito los suficiente para para abastecernos en el frío invierno, por eso nos cuesta aceptar que el ser humano, después de tanta evolución neocortical, no haya llegado a entenderlo. Hemos sido gaseadas, quemadas, inundadas, bloqueadas, saqueadas y exterminadas de mil formas posibles. Aún no hemos llegado a consensuar si lo que mueve a las personas a aplastarnos con el pulgar es sadismo, inconsciencia o pura desconexión con la vida, en cualquier caso, muchas de nosotras viven el día a día en la confianza de que, en algún momento, dejarán de ser nuestros depredadores -bastante tenemos con las arañas, las lagartijas, los sapos y los osos- y aprenderán a convivir con nuestra especie. Yo disiento. Estos hombres y mujeres andan aún en un lugar de desarrollo que les impide compartir los frutos de la Tierra, aceptar el equilibrio natural y hacer de sus vidas un recorrido por el bien del hormiguero. Aún les queda mucho para llegar a ser como nosotras y todo apunta a que destruirán el planeta antes de conseguirlo. Ahora dicen que están en crisis. Cómo si alguna vez hubieran dejado de estarlo. Los poderosos reyes del hormiguero humano devoran sin cesar y no hacen crecer absolutamente nada. Ser hormiga es grandioso a la par que sencillo. Básicamente nacemos, nos relacionamos y morimos, a partir de ahí...quién sabe. Lo que sí sabemos es que ningún cambio es pequeño y que hasta la más pequeña hormiga puede mover el hormiguero. Creo que la humanidad lista lo llama el efecto mariposa. Hasta hace poco la reina era imprescindible para la vida del hormiguero, yo soy ant-agónica porque soy capaz de vivir sin reina, de elegir hormiguero y de poner mis propios huevos. No estoy sola, hay otras como yo, porque la vida cambia cuando tenemos la necesidad y el deseo de cambiarla. ¿Por qué los seres humanos siguen pensando que nada se mueve, que la guerra, la hambruna y las violencias son inevitables, que los grandes siempre aplastarán a los pequeños y que tienen que conformarse con lo que les viene impuesto? No vamos a creernos todo lo que nos dicen y todo lo que nos cantan, por eso, aunque no lo diga Julio Iglesias...la vida no puede seguir igual.

miércoles, 28 de octubre de 2009

SANTA HORMIGONERA PATRONA DEL HORMIGUERO



En el hormiguero hay muchas muchas hormigas, pero a las que nos salimos de los caminos marcados, dejamos de interesarnos por las migajas y buscamos otras antenas que sintonizar, nos llaman las antagónicas. A lo mejor es lo que en otras especies llaman peleonas, inconformistas, locas, extravagantes o radicales. Mis vecinas de arriba, las dípteras, cagonas y pobres en vocabulario, consideran a estas individuas "moscas cojoneras". Yo me digo Ant-agónica porque tenía el convencimiento de que eramos una subespecie a extinguir. Craso error. Falsa creencia. Las seis extremidades me hormiguean de gusto al comprobar que somos más de las que mi pobre occipucio calculaba. Basta con dar una vuelta por otros hormigueros y empezar a reconocer a muchas otras que tampoco le rezan a la Santa Hormigonera.

Desde pequeñitas, nos dijeron que esa Santa nos hacía a todas iguales, luego nos encontrábamos con la dura realidad de una vida de esclavitud para mantener a la reina y su descendencia, sin tener nunca un momento de libertad para vagar por ese mundo lleno de caminos, canales y puertos. Ni un instante para disfrutar y reir como la cigarra. Ni un minuto para el amor. Sólo la reina vuela y, total,cuatro días que el resto los pasa criando. Para las demás, la vida se convierte en un ir y venir arrastrando la carga, subsitir y conformarse. Y obedecer a la Santa Hormigonera, con su enorme barriga, de la que decían que habíamos salido todas, para hacer el cemento firme de nuestra sociedad igualitaria. Mentira cochina. He tenido una revelación: la Santa Hormigonera es un invento. No somos un superorganismo ni actuamos como una sola hormiga. Aquí lo de disfrutar tenemos que currarlo. Os recuerdo que tenemos muchas feromonas y muchas ganas de mezclarnos. Y a poner a funcionar las neuronas, que para algo las tenemos (y os recuerdo que la reina, mucha corona y mucho abdomen pero las tiene contadas, bastante menos por cierto que las hormigas de calle según mi Formipedia). No todas somos iguales ni falta que hace. En la diversidad está el gusto y en el gusto está la chispa de la vida. Qué mierda de cocacola que me arruinó el slogan.