domingo, 12 de febrero de 2012

Revirada


Aún no estoy envirada, pero estoy revirada. Familiares, conocidas, amigos y amigas sufren o convalecen. Días de fiebres altas, malestar, dolores de huesos, tos, ... Hace un par de años esos síntomas -en boca de agoreros noticieros- eran antesala de muerte probable. Los poderes públicos instigaban al consumo masivo de vacunas. El miedo a morir engripado, por la instalación en tu cuerpo de un virus que parecía más troyano que porcino, se convirtió en un temor más del repertorio humano, en aquel momento, probablemente igualado al miedo a morir en accidente de tráfico o en atentado terrorista. En esos días, ya lejanos, afortunadamente nadie a mi alrededor llegó a tener más allá de un catarro, aunque, eso sí, cada día contaminaban nuestro espíritu con el dilema vacuna sí-vacuna no y nos colocaban en la cuerda floja que supone decidir "intuitivamente" o hacer caso de la autoridad competente. La autoridad competente para demostrar que por ella no quedaba, gastó muchísimos euros en vacunas, en publicidad, en mascarillas, en guantes de látex y en líquidos antisépticos. La gente también. Hoy la inseguridad laboral cuando no la precariedad y la pobreza, el estupor ante el anillo de poder judicial, los tijeretazos a políticas sanitarias, sociales y de igualdad,... nos hacen recordar con nostalgia que hubo un tiempo en el que nuestra principal preocupación era no pillar la gripe.
Yo me reviro. Hoy ni la gripe es de clase A. Hemos pasado de la A a la Z en apenas dos años. La gripe es gripe, sin letra y la crisis es crisis, sin música. Mientras tanto se acepta -humanamente- lo que va llegando. La reforma laboral, entre otras. Los noticieros agoreros nos cuelan la crisis y nos vacunamos masivamente con altas dosis de conformismo, aceptación, renuncia y reclusión. En la próxima asamblea quincemecista habrá que invitar a la monja Teresa Folcades, grabar un video, colgarlo en youtube y tener fe. A ver si como antaño, sus convincentes palabras tienen la capacidad de hacer que nos vayamos dando cuenta de que somos responsables de nuestras propias vidas y de que digan lo que digan, el sentido crítico, el sentido común y la sana desconfianza en quienes nos gobiernan pueden detener el miedo y transformar la realidad.

1 comentario:

  1. Tus entradas están cargadas de razón.
    A veces pienso que hemos perdido el sentido de la reflexión.
    Gracias. :)

    ResponderEliminar